… se huele, se siente, se nota, trasciende.
Hace muchos años que voy al gimnasio. Me gusta por lo que hace sentir a mi cuerpo y a mi alma.
Por razones logísticas he cambiado de centro deportivo y ahora acudo a uno que está más cerca de mi lugar de trabajo así que estoy (como hace mucho tiempo ya) en permanente momento de cambio: cambio de instalaciones, cambio de monitores, cambio de rutinas, cambio, cambio, cambio, … y confieso que le estoy cogiendo el gusto al cambio, yo que era de costumbres más bien fijas y de fidelidades eternas descubro el placer de descubrir nuevas cosas.
Ayer, sábado, fui al gimnasio. No es mi rutina habitual pero como había estado de viaje durante la semana me apetecía el sábado ir a hacer un poco de ejercicio. Iría a una clase de spinning. Y no pensaba descubrir, la verdad, pues creía que el monitor que impartiría la clase era uno con el que había ido ya a alguna entre semana. Pero no. Era otra persona. Así que … a ver qué me deparaba el descubrimiento.
El primer momento ya fue bueno. Contacto visual. Sonrisa franca y ahí estaba esperándome en la puerta e invitándome a entrar. Lo que aconteció después fue increíble.
El spinning es esa actividad que se hace con una bicicleta estática. Sudas mucho, pedaleas mucho, pero no recorres ni un centímetro (de distancia) no descubres nuevos parajes, ni te adentras por inexplorados caminos, ni cambias de pavimento, … ¿o sí?.
It’s always in your mind.
Y en la mente de este monitor estaba el hacer de esta actividad estática algo diferente, vivo, emocionante, compartido y nos llevó por caminos, nos adentró por la selva, nos enfrentó a los leones, nos invitaba a saltar, nos retornaba a casa, … y nadie se estaba moviendo un centímetro, físicamente, claro está, porque in your mind estábamos yendo muuuuy lejos.
Me pareció fascinante su forma de hacer, su comunicación visual, gestual, sus pausas y sus retornos, en definitiva, me pareció fascinante su pasión y su ilusión por llevarnos muy lejos sin movernos del sillín.
Y claro no pude por menos que ir a transmitírselo después.
El elogio, el reconocimiento al trabajo bien hecho, ese transmitir que me parece fundamental y que (en mi opinión) escasea, y mucho, porque enseguida aparece la crítica cuando algo falla pero, ¿y el elogio?, ¿qué hay del elogio?, ¿qué hay de la – yo diría – obligación de transmitir al otro que lo está haciendo bien, que te ha hecho sentir bien, que te ha gustado mucho su trabajo,…?
Por favor, no seamos cicateros con los elogios hacia los profesionales de verdad, los que sienten pasión por su trabajo y pensemos que son personas con sus momentos altos y sus momentos bajos, con sus dudas e incertidumbres acerca de si lo que hacen llega realmente, si aporta valor, y cuando alguien acude y transmite que sí, que ha llegado, que aporta, que lo reconoce y que lo valora y lo agradece y lo honra como algo realmente bueno entonces escuchas: gracias, estos comentarios son los que dan sentido a lo que hago y los que dan fuerza para continuar.
Así que amigos … ¡¡¡ a elogiar los trabajos bien hechos porque es la gasolina que hace falta para que sigan esas combustiones magníficas ¡¡¡
Feliz día¡
Por cierto … ¡¡¡ me voy al spinning de nuevo ¡¡¡ … ayer este super profesor anunció que cambiaba la coreografía de la clase y … no me lo quiero perder¡
🙂
Soy fan del elogio y siempre me sorprende lo que le cuesta a la gente elogiar. Elogiemos, es muy sano!
Totalmente de acuerdo Ana¡
Quizá tengamos que pensar en fundar un «club del elogio»
😉