Sé que llama la atención cuando digo, o cuando alguien lee, en mi tarjeta profesional, en el pie de firma de mis correos o en la página web, que me dedico a «desactivar bombas emocionales«
Ya … ya sé que no es una profesión o actividad «al uso» pero ¿acaso nuestro momento actual no requiere que cesemos en las actividades al uso y hagamos cosas distintas?. Por supuesto, sé que no soy la única que plantea cosas diferentes pues, de hecho, una amiga mía, asesora fiscal, decía que en la Agencia Tributaria estaban surgiendo problemas para clasificar actividades actuales en los epígrafes tradicionales. Me parece genial, por cierto.
Bueno, no me quiero enrollar ni me quiero marchar por los Cerros de Úbeda que «tenemos tajo» con lo que quiero contar.
Quiero explicar qué significa para mí esto de desactivar bombas emocionales.
Vamos allá:
La gestión de nuestras emociones resulta clave, al menos para mí, para la felicidad del ser humano.
Podemos tener mucho pero si nos sentimos mal, el tema está chungo y si lo unes a un «es que no sé qué me pasa» lo que, en otras palabras implica «no sé cómo carajo voy a abordar esto» pues apaga y vámonos.
Por eso me gusta la idea de «desactivar bombas emocionales» porque me gusta hablar de ellas, tratarlas, profundizar, gestionarlas y así lo hicimos, no hace mucho, en el Taller: «Me emociono, luego existo» en el que abordamos:
Qué son las emociones
Qué información traen
Y qué coste implica no prestarles atención
Y me apetece, a modo de extracto, volver sobre este asunto pues creo firmemente que en el autoconocimiento radica la serenidad que nos permite actuar, como deseamos, y no reaccionar, «como Dios nos da a entender».
¿Are you ready?
Pues … goooooooo¡¡¡¡¡
Qué son las emociones
Básicamente son el gran motor de nuestra conducta.
E-motion = energía en movimiento.
La emoción es una respuesta innata, biológica, natural, a un estímulo ambiental, a una circunstancia de nuestra vida.
¿Y para qué sirven?
Pues para tomar decisiones. Sin emoción no hay preferencia. Sin preferencia no hay decisión.
Decía Goleman:
«La llave que favorece la toma de decisiones es permanecer en contacto con nuestras propias emociones»
Pero no estamos acostumbrados a darle espacio a la emoción, no estamos acostumbrados a sentirlas, a leerlas, a vivirlas, a agradecerles la información que nos traen.
Quizá no estamos acostumbrados porque tampoco nos han enseñado a hacerlo.
¿Recordáis cuando éramos pequeños y nos enfadábamos por algo?
En general, el mensaje inmediato de nuestros mayores era: «vengaaaaa … no te enfades por eso … si es una tontada»
Y no hay que irse tan lejos, ¿qué pasa ahora cuando sabemos que alguien cercano está triste? … yo he escuchado mucho eso de … «venga va … vamos a tomar algo y a salir y se te pasa»
Pues en ambos casos, clinnnnn, errorrrrrr (imagínense aquella campana de los super tacañones del «Un, dos, tres») porque si no damos el espacio a la emoción nos estamos privando del mensaje, oro molido, que nos trae.
Dicho esto, vamos con cuatro de las más básicas: alegría, miedo, tristeza y enfado.
Qué información trae la emoción y cuál es el coste de no prestarle atención
La alegría: es el modo que tiene nuestro cuerpo de responder a algo bueno, a un acontecimiento positivo y la acción a la que invita es a la de celebrar.
El beneficio de celebrar es el aumento de nuestro nivel de disfrute y de nuestra motivación para proponernos nuevas metas.
Y el coste de no hacerlo es que perdemos sensibilidad y vivimos las experiencias con menos intensidad. Este hecho es especialmente significativo en los equipos de trabajo pues la falta de celebración puede traer desmotivación generalizada, «total, ¿para qué?, si da igual que consigas los objetivos, no pasa nada, nada cambia, …»
La tristeza: es nuestra respuesta natural a un acontecimiento malo, a una pérdida de alguien a quien queremos o algo que valoramos y la acción a la que invita es el recogimiento, la interiorización de la pérdida para evaluar cuán grande es el hueco, hacer el duelo y cerrar la herida. Es significativa nuestra respuesta biológica: disminución de nuestra energía y ralentización de nuestro metabolismo porque necesitamos estar con nosotros y conectar con nuestro dolor.
El beneficio de responder a la tristeza, de permitirnos el espacio para el duelo, la quietud y el reposo es aceptar y asumir la pérdida y, poco a poco, recuperar nuestra paz interior trabajando el ser conscientes de que nuestro equilibrio no depende de que todo lo que valoramos permanezca siempre con nosotros y confiando en nuestra capacidad para asumir la pérdida y cerrar la herida.
Y el coste de no responder es cerrar nuestro corazón a las demás emociones y volvernos insensibles porque si evitamos la tristeza evitamos el amor porque la tristeza es la expresión del amor frente a la pérdida.
El miedo: es nuestra respuesta natural cuando creemos estar en peligro, que algo malo nos puede suceder, que podemos perder algo o a alguien, … y la acción a la que nos invita es a prepararnos y a utilizar nuestra energía para proteger aquello que valoramos o que queremos lograr.
El beneficio de responder al miedo es la posibilidad de tomar las medidas necesarias para protegernos, por ejemplo, si tenemos una entrevista de trabajo importante y nos invade una sensación de miedo debemos utilizar esa información para protegernos, quizá podemos informarnos mejor acerca de la empresa, preparar mejor la entrevista, o nuestro curriculum, o anticiparnos a preguntas incómodas, etc…
El coste de no responder no es otro que caer en estados de ansiedad o parálisis porque si no hacemos nada para proteger nuestra vida, nuestra autoestima, nuestra seguridad o aquello que sintamos en peligro se instaurará en nosotros un sentimiento de impotencia y victimismo por la convicción de que todo me inquieta, o todo me afecta, o todo me hace daño y no soy capaz de hacer nada al respecto.
Recuerda: no podemos cambiar las circunstancias pero podemos elegir qué hacemos frente a esas circunstancias
El enfado: es nuestra respuesta a una situación que traspasa nuestros límites personales y la acción a la que nos invita es principalmente, a la de comunicarnos. Debemos tomar acción y reclamar, que no reprochar, el respeto a nuestros límites y el beneficio de responder es construir nuestra autoestima pues cuando manifestamos al otro que nuestros límites han sido traspasados nos damos importancia a nosotros mismos y a nuestras necesidades.
El coste de no hacerlo es el resentimiento, el rencor y la pérdida de confianza en el otro pues sentiremos siempre el miedo de que nuestros límites sean nuevamente traspasados o, por el contrario, una actitud explosiva y descontrolada que cause daño, quizá irreparable, al otro pues como dice Maya Angelou:
«Las personas podrán olvidar lo que les dijimos, podrán olvidar lo que les hicimos, pero jamás olvidarán cómo las hicimos sentir»
En conclusión,
No des la espalda a la emoción y permítete descubrir qué información tiene para tí y ten en cuenta que la emoción, en sí misma, no es buena ni mala, es una información neutra y que es nuestro procesamiento, únicamente mental, el que así la califica y responde al hecho de que sentimos más apego al placer que al dolor y por eso rechazamos las emociones que nos traen información más dolorosa: el enfado, la tristeza, el miedo, etc…
Decía Gregorio Marañón,
«Cada día reconocemos, con mayor precisión, los estragos que en la salud del hombre causan los estados emocionales y singularmente esa emoción terrible de nuestro tiempo: la impaciencia, la prisa desordenada de llegar, que a todos nos agita y que aniquila tantas inteligencias y tantos corazones»
Por favor, no entierres bombas en tu jardín. No des la espalda a tus emociones, a tus conflictos, a tus enfados y dificultades porque el día menos pensado, darás un paso y … bbbbombbbb … estallará todo … y puede hacerte daño.
Recuerda que, si quieres, estamos juntos en esto y que si necesitas apoyo para la desactivación, puedes contar conmigo, preparo mi «kit anti explosivos» y nos ponemos a ello.
Feliz verano y cuidadín porque a más tiempo juntos más posibilidades de desencuentros.
Quizá, solo quizá, pudiera resultarte interesante incluir, en tu maleta, un libro respecto de emociones y otras cositas, que a mi me gustó mucho e inspira esta entrada. Ahí va su título: «Confianza total» de Verónica de Andrés.
¡Feliz verano¡